La carrera por personalizar a toda costa podría convertirse en el talón de Aquiles del ecosistema emprendedor español en 2025 🔍
Hiperpersonalización con IA: El espejismo dorado que seduce a las startups españolas
La semana pasada, mientras tomaba un café con el fundador de una prometedora startup de Madrid, me sorprendió escucharle hablar de la hiperpersonalización con IA como si fuera la piedra filosofal del emprendimiento. «Con nuestro algoritmo sabremos lo que el cliente necesita antes de que él mismo lo sepa», me aseguró con una convicción inquebrantable. No pude evitar arquear una ceja. Esta fe ciega en los algoritmos me recordó peligrosamente a aquellas startups de 2010 que juraban que el big data resolvería todos los problemas de la humanidad. Spoiler: no lo hizo.
La hiperpersonalización mediante inteligencia artificial se ha convertido en el nuevo mantra del ecosistema emprendedor español. Y entiendo perfectamente por qué: cuando McKinsey te susurra al oído que puedes aumentar tus ingresos hasta un 15%, pocos resisten la tentación. El caso de Savvy Data Systems, con ese crecimiento del 20% en su base de clientes, es el tipo de historia que hace que los inversores abran sus carteras y los emprendedores sueñen con unicornios.
Pero como alguien que ha visto suficientes ciclos tecnológicos para desarrollar un saludable escepticismo, me pregunto si estamos confundiendo correlación con causalidad. ¿Es realmente la hiperpersonalización lo que impulsa estos crecimientos, o simplemente estamos ante empresas que ya hacían muchas cosas bien y añadieron una capa más de sofisticación?
El lado oscuro de conocer demasiado
Lo que encuentro particularmente preocupante es cómo hemos normalizado la recopilación masiva de datos personales. Ese 60% de usuarios españoles que, según la AEPD, desconfían de cómo las empresas manejan su información no son simplemente tecnófobos paranoicos. Son consumidores informados que han visto suficientes escándalos de privacidad para desarrollar una sana dosis de recelo.
En mis conversaciones con fundadores de startups, detecto una peligrosa desconexión entre sus ambiciones tecnológicas y su comprensión de las implicaciones éticas. «Cumplimos con el GDPR» se ha convertido en el equivalente moderno a «tenemos extintor» – una medida mínima de seguridad que se confunde con una estrategia completa.
Desde mi perspectiva, el verdadero riesgo no es legal sino reputacional. La confianza se construye durante años y se destruye en segundos. Pregúntenle a Meta, que sigue arrastrando las consecuencias del escándalo de Cambridge Analytica, o a Amazon, cuyo sistema de recomendaciones fue duramente criticado por perpetuar sesgos y desigualdades.
Algoritmos con acento español: contexto local, dilemas globales
España presenta particularidades interesantes en este debate. Por un lado, nuestro tejido empresarial está dominado por pymes con recursos limitados, para quienes la promesa de la hiperpersonalización puede parecer tan lejana como un viaje a Marte. Por otro, nuestra cultura mediterránea valora especialmente las relaciones personales en los negocios.
He visitado decenas de startups españolas en el último año, y me sorprende ver cómo muchas intentan replicar modelos de Silicon Valley sin adaptarlos a nuestro contexto. La verdadera oportunidad, creo yo, no está en crear el «Amazon español» con recomendaciones hiperpersonalizadas, sino en desarrollar soluciones que combinen la potencia de la IA con nuestra cultura de cercanía y confianza.
Una anécdota personal: el verano pasado me invitaron a probar una aplicación de comercio local que utilizaba IA para recomendar productos. Tras llenarla de datos sobre mis preferencias, me sugirió visitar una tienda de vinos a 300 metros de mi casa. La ironía es que llevo comprando allí desde hace años, y el dueño me conoce por mi nombre. Ningún algoritmo podrá replicar la experiencia de que Manolo te guarde esa botella especial porque «sé que te va a encantar». Esa es la verdadera personalización que las startups españolas deberían aspirar a potenciar, no reemplazar.
El delicado equilibrio entre beneficio e integridad
Si algo he aprendido analizando el ecosistema startup durante dos décadas es que las decisiones éticas rara vez se presentan como grandes dilemas morales. Son pequeñas concesiones, aparentemente inofensivas, que se acumulan hasta formar una bola de nieve ética.
«Solo recopilaremos estos datos adicionales para mejorar la experiencia». «Este pequeño ajuste en el algoritmo aumentará las conversiones». «Técnicamente, esta interpretación del consentimiento es legal». Son frases que he escuchado en salas de reuniones donde la presión por crecer y conseguir la siguiente ronda de financiación eclipsa cualquier consideración ética.
Lo que me preocupa es que muchas startups españolas están embarcándose en la hiperpersonalización sin un marco ético sólido, simplemente porque sus competidores lo están haciendo. Es la clásica falacia del «si todos saltan por un puente…».
En un sector donde el crecimiento a toda costa se venera como única religión verdadera, defender líneas rojas éticas requiere valor. Durante una mesa redonda reciente, un emprendedor me confesó: «Sabemos que podríamos extraer más valor de los datos que tenemos, pero hay líneas que nos hemos prometido no cruzar». Esta autodisciplina, que puede parecer una desventaja competitiva a corto plazo, será probablemente lo que determine quién sobrevive a largo plazo.
Mi apuesta para 2025: la personalización consciente
Después de analizar tendencias, hablar con fundadores y observar el panorama regulatorio europeo, mi conclusión es clara: estamos ante un punto de inflexión. La hiperpersonalización indiscriminada está alcanzando su techo, y las startups que prosperarán en España no serán necesariamente las que acumulen más datos o construyan los algoritmos más sofisticados.
Las que realmente marcarán la diferencia serán aquellas que desarrollen lo que yo llamo «personalización consciente» – una aproximación que pone al usuario genuinamente en el centro, no como mina de datos, sino como persona cuyos deseos, necesidades y, sí, también privacidad merecen respeto.
Mi predicción para 2025 es que veremos emerger un nuevo tipo de startup española, una que utilice la IA no para saber más sobre sus clientes sino para servirles mejor. Que vea la privacidad no como un obstáculo regulatorio sino como un valor fundamental. Que entienda que la verdadera lealtad no se compra con descuentos hiperpersonalizados sino que se gana con respeto y transparencia.
En última instancia, la pregunta no es si la hiperpersonalización con IA es una ventaja competitiva o un riesgo ético. Es ambas cosas simultáneamente, y el éxito dependerá de cómo cada startup navegue esta paradoja. Como he dicho muchas veces a los emprendedores que me piden consejo: en tecnología, el cómo siempre acaba siendo más importante que el qué. Y en el caso de la hiperpersonalización, ese cómo determinará quiénes estaremos celebrando en 2026 y quiénes serán casos de estudio sobre cómo no gestionar la confianza de tus usuarios.
Porque, parafraseando al poeta, la verdadera inteligencia artificial no está en conocer todos los datos, sino en saber cuáles no debemos tocar.