Imagen: © Startups Españolas

La obsesión con «disrumpir» está matando más startups de las que salva. Te explico qué significa realmente y cómo aplicarlo sin caer en la trampa 🎯

El mito de la disrupción: por qué la mayoría lo está entendiendo mal

Desde mi perspectiva, después de asesorar a cientos de founders, hay pocas palabras más abusadas en el ecosistema startup que «disrupción». Cada vez que escucho a un emprendedor decir «vamos a disruptir X industria» en su primer pitch, me dan ganas de levantarme y explicarle que probablemente no tiene ni idea de lo que está hablando. La innovación disruptiva no es lo que la mayoría piensa, y esta confusión está matando más startups de las que está salvando.

Clayton Christensen nos regaló este concepto hace décadas, pero en 2025 lo hemos convertido en un cliché vacío. La verdadera disrupción no empieza gritando «¡voy a cambiar el mundo!» desde una oficina en el centro de Madrid. Empieza calladamente, en los márgenes, atendiendo a gente que los grandes jugadores consideran irrelevante.

El mito de la innovación disruptiva: por qué el 90% de las startups lo está entendiendo mal – Carousel Image
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Lo que realmente significa disrumpir (y lo que no)

Permíteme ser brutalmente claro: 🎬 Netflix no empezó queriendo matar a Blockbuster. Empezó enviando DVDs por correo porque había un nicho desatendido: gente que odiaba las multas por devolución tardía y quería más comodidad. Era más caro, más lento, pero resolvía una fricción real. Años después, cuando la tecnología lo permitió, pivotaron al streaming y ahí sí, Blockbuster se dio cuenta de que había perdido la batalla.

Lo que encuentro particularmente relevante es que la disrupción auténtica nunca compite directamente al principio. Uber no nació para competir con los taxis premium de las grandes ciudades. Empezó con UberBlack, un servicio de limusinas que era más caro que los taxis tradicionales, pero más conveniente para un segmento específico. La disrupción hacia abajo vino después.

Airbnb tampoco quería destronar a Hilton desde el día uno. Empezó con colchones inflables en apartamentos de San Francisco para gente que no podía permitirse hoteles. Era peor en muchos aspectos: sin servicio de habitaciones, sin estándares de limpieza, sin seguridad garantizada. Pero era accesible y auténtico para un segmento que los hoteles ignoraban completamente.

El ecosistema español y sus lecciones disruptivas

Desde mi experiencia en el sector, he visto cómo startups españolas han aplicado (bien y mal) estos principios. 🛵 Glovo es un ejemplo fascinante: no empezó compitiendo con Amazon en logística global, sino resolviendo el problema hiperlocalizado de «necesito algo ahora mismo y no quiero salir de casa». Era más caro que ir tú mismo a la tienda, pero más conveniente para ciertos momentos y ciertos usuarios.

🚗 Cabify tomó un enfoque diferente a Uber en Latinoamérica, enfocándose inicialmente en servicios corporativos donde la confiabilidad importaba más que el precio. No era disrupción hacia abajo, sino laterización hacia un nicho específico.

Mi análisis sugiere que las startups españolas exitosas entienden algo que muchas Silicon Valley olvidan: la disrupción no es una estrategia, es un resultado. Es lo que pasa cuando resuelves problemas reales para gente real, no cuando intentas forzar una revolución desde el primer día.

Los riesgos ocultos de la mentalidad disruptiva

Aquí viene mi perspectiva más controvertida: la obsesión con la disrupción está creando más fracasos que éxitos. El 90% de las startups que he visto fallar tenían una cosa en común: estaban tan obsesionadas con «disruptir» que olvidaron lo básico – crear valor real para usuarios reales.

He asesorado a founders que rechazaron clientes «aburridos» porque no encajaban en su narrativa disruptiva. Otros que pivotaron constantemente buscando el mercado «más disruptible» en lugar de profundizar en los problemas que ya entendían. Es frustrante ver cómo una obsesión mal entendida destruye ideas que podrían haber sido negocios sólidos.

Además, la verdadera disrupción a menudo genera externalidades negativas que no podemos ignorar. Uber precarizó el empleo. Amazon destruyó comercios locales. Netflix contribuyó a la atomización del consumo cultural. ¿Es progreso? Depende desde qué ángulo lo mires.

Mi receta para la disrupción auténtica en 2025

Después de años viendo este circo, mi receta es contraintuitiva: para disrumpir de verdad, deja de intentar disrumpir. Enfócate en estos principios:

Primero, encuentra un segmento que esté siendo ignorado o maltratado por las soluciones existentes. No tiene que ser grande – de hecho, mejor si no lo es. Los gigantes no se molestan con mercados pequeños.

Segundo, acepta que tu primera versión va a ser objetivamente peor en muchas métricas que las soluciones establecidas. Eso está bien. Lo importante es que sea significativamente mejor en una dimensión que realmente importe a tu nicho.

Tercero, obsesiónate con el feedback de tus usuarios iniciales. No con los medios, no con los inversores, no con tu ego. Con los usuarios que realmente pagan por tu solución imperfecta.

Cuarto, prepárate para el largo plazo. La disrupción real toma años, a veces décadas. Si tu plan es «disruptir» en 18 meses, probablemente lo que tienes es una táctica de marketing, no una estrategia de negocio.

La disrupción que viene: mi predicción para los próximos años

Mi opinión personal contundente es que la próxima ola de disrupción real vendrá de startups que combinen IA con sostenibilidad, pero no de la forma obvia que todo el mundo espera. No serán las que griten «¡IA para todo!» sino las que usen inteligencia artificial de forma invisible para hacer que productos sostenibles sean más baratos y convenientes que las alternativas tradicionales.

Piensa en startups que usen IA para optimizar cadenas de suministro locales hasta hacerlas más eficientes que las globales. O que automaticen la economía circular hasta el punto donde reparar sea más barato que comprar nuevo. Esa será la disrupción real – la que ni siquiera parecerá disrupción al principio.

Al final, lo que encuentro particularmente relevante en 2025 es que la verdadera innovación disruptiva no trata de destruir industrias por el placer de hacerlo. Trata de construir un mundo mejor resolviendo problemas reales para gente real, de formas que antes no eran posibles o rentables. Y si en el proceso cambias una industria entera, genial. Pero ese es el resultado, no el objetivo.

La disrupción auténtica siempre empieza con humildad, no con arrogancia. ¿Estás dispuesto a empezar pequeño para llegar lejos?