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Cuando el sistema eléctrico más verde de Europa se quedó a oscuras 🔌

🔌 Un sistema eléctrico en la cuerda floja

Cinco segundos. Eso es todo lo que tardó el sistema eléctrico español en colapsar el pasado 28 de abril. En menos tiempo del que tardas en leer esta frase, el 60% de la producción eléctrica nacional se esfumó, dejando a millones de personas y empresas a oscuras. No estamos hablando de una película distópica sobre el fin de la civilización, sino de un evento muy real que ha sacudido los cimientos de nuestra transición energética.

El gran apagón renovable de 2025 —como ya lo han bautizado los medios— no solo paralizó la actividad económica durante horas, sino que nos ha obligado a todos a hacernos una pregunta incómoda: ¿estamos realmente preparados para depender de las energías renovables a gran escala?

💡 Anatomía de un colapso anunciado

Según Eduardo Prieto, director de operaciones de Red Eléctrica, todo comenzó con un incidente localizado en el suroeste del país, probablemente en una instalación fotovoltaica. El sistema inicialmente lo controló, como está diseñado para hacer. Pero un segundo incidente apenas un segundo y medio después fue la gota que colmó el vaso digital.

Lo que siguió parece sacado de un efecto dominó perfectamente orquestado: fuertes oscilaciones en la red provocaron la desconexión de las interconexiones con países vecinos, el aislamiento de la red peninsular del sistema europeo y la pérdida catastrófica de volúmenes de producción renovable.

Aurora Energy Research ha señalado que la frecuencia de la red eléctrica española experimentó una caída brusca de 50 a 49 hercios. Para los no iniciados en la jerga eléctrica, esto es como si tu corazón de repente decidiera latir un 2% más lento: no suena a mucho, pero es suficiente para que todo el sistema entre en pánico.

La paradoja renovable: más limpia, ¿menos estable?

España ha sido un alumno ejemplar en la clase de transición energética europea. Con más del 47% de nuestra electricidad generada por fuentes renovables en 2024, nos hemos convertido en un referente internacional. El problema es que esta misma virtud podría estar exacerbando nuestra vulnerabilidad.

Las energías renovables, por su naturaleza intermitente y dependiente de las condiciones meteorológicas, introducen una variable de imprevisibilidad en el sistema. No es lo mismo gestionar una red alimentada por centrales de combustibles fósiles —que pueden ajustar su producción a demanda— que una dependiente del sol y el viento, que producen cuando ellos quieren, no cuando nosotros necesitamos.

🧩 El papel de los nuevos actores en el tablero energético

Si bien Red Eléctrica de España sigue siendo el gran gestor del sistema, el panorama energético español se ha poblado de nuevos jugadores que están redefiniendo las reglas del juego.

Las startups que quieren reinventar la energía

El ecosistema de startups energéticas en España ha experimentado un crecimiento exponencial. Empresas como Holaluz, que gestiona comunidades energéticas virtuales, o Wallbox, especializada en soluciones de recarga para vehículos eléctricos, están transformando la relación entre consumidores y energía.

Pero quizás las más interesantes sean aquellas enfocadas en la gestión inteligente de la demanda. Startups como FlexiDAO o Bamboo Energy están desarrollando soluciones basadas en blockchain e inteligencia artificial para permitir a los consumidores ajustar su demanda energética en tiempo real, respondiendo a las necesidades de la red.

El desafío de la integración: demasiados cocineros en la cocina eléctrica

El problema no es la innovación en sí misma, sino la velocidad a la que estos nuevos actores se están integrando en un sistema que no fue diseñado para tanta complejidad. Como me comentaba un ingeniero de Red Eléctrica la semana pasada: «Es como si estuviéramos intentando actualizar el sistema operativo de un ordenador de los años 90 para ejecutar aplicaciones de última generación».

La proliferación de pequeños productores, sistemas de almacenamiento distribuido y mecanismos de respuesta de demanda hace que la coordinación sea exponencialmente más compleja. Y como hemos visto, en un sistema eléctrico, la complejidad mal gestionada puede significar oscuridad.

📊 Lecciones para el futuro inmediato

El apagón de abril nos ha dejado varias lecciones que deberíamos aprender rápidamente si no queremos que la historia se repita.

Digitalización sí, pero con cerebro

La digitalización del sistema eléctrico es inevitable y necesaria. No podemos gestionar un sistema tan complejo con herramientas del siglo pasado. Sin embargo, como ha demostrado el reciente apagón, la tecnología sin redundancia y mecanismos de respaldo robustos puede ser un arma de doble filo.

Las soluciones basadas en inteligencia artificial para la predicción y gestión de la red están avanzando rápidamente. Empresas como Nnergix o Dexma ya utilizan algoritmos predictivos para anticipar la producción renovable y optimizar el consumo. Pero necesitamos garantizar que estos sistemas sean robustos ante fallos en cascada como el que vivimos.

El almacenamiento: la pieza que falta

Uno de los grandes ausentes en nuestra ecuación energética es el almacenamiento a gran escala. España ha apostado fuerte por la generación renovable, pero ha quedado rezagada en tecnologías de almacenamiento que permitan equilibrar la oferta y la demanda.

Las baterías de iones de litio, el hidrógeno verde y las centrales de bombeo son tecnologías que podrían proporcionar la estabilidad que nuestro sistema necesita desesperadamente. Sin embargo, su despliegue avanza a un ritmo mucho más lento que la instalación de nueva potencia renovable.

🔮 Un nuevo modelo energético: necesario pero no suficiente

El apagón ha evidenciado que no basta con reemplazar centrales fósiles por parques solares y eólicos. Necesitamos repensar el modelo energético en su conjunto: desde la generación hasta el consumo, pasando por la distribución y el almacenamiento.

Países como Dinamarca o Alemania han desarrollado redes eléctricas más resilientes mediante una combinación de tecnologías inteligentes, almacenamiento distribuido y, sobre todo, un enfoque sistemático de la transición energética. No se trata solo de instalar más paneles solares, sino de transformar la arquitectura del sistema.

La pregunta que debemos hacernos no es si la digitalización es la solución, sino qué tipo de digitalización necesitamos. Y más importante aún, cómo garantizamos que esta digitalización no añada nuevas vulnerabilidades a un sistema del que dependen nuestras vidas y nuestra economía.

El apagón de abril de 2025 podría ser solo el primero de muchos si no abordamos estos desafíos con urgencia y visión de futuro. El tiempo dirá si aprendimos la lección o si seguimos construyendo la casa renovable por el tejado, sin preocuparnos demasiado por los cimientos.