El 78% de las startups europeas posterga su seguridad digital hasta después de su primera gran ronda. Un error que puede resultar fatal en 2025.
Startups españolas y ciberseguridad: arriesgando el futuro por ahorrar céntimos
Si tuviera un euro por cada vez que escucho a un fundador decir «la ciberseguridad no es prioridad ahora, ya invertiremos cuando seamos más grandes», probablemente tendría suficiente capital para financiar su rescate tras el primer ataque exitoso. Y créanme, después de años analizando el ecosistema startup español, este patrón se repite con una frecuencia alarmante.
El panorama actual me resulta particularmente frustrante. Mientras las startups españolas celebran haber superado la barrera de las 5.000 en 2025, la gran mayoría sigue tratando la seguridad digital como ese molesto gasto que siempre puede esperar a mañana. Un mañana que, para algunas, nunca llegará.
El espejismo de la inmunidad por tamaño
La semana pasada, durante un evento de inversores en Madrid, le pregunté al CEO de una prometedora startup fintech sobre su estrategia de ciberseguridad. Su respuesta fue reveladora: «Martin, estamos demasiado ocupados creciendo como para preocuparnos por eso ahora. Además, ¿quién querría atacar a una empresa pequeña como la nuestra?»
Este tipo de razonamiento, que encuentro peligrosamente extendido, choca frontalmente con los datos: según INCIBE, los ciberataques a pymes españolas aumentaron un 35% en el último año. La realidad es que las startups representan objetivos particularmente jugosos para los ciberdelincuentes precisamente por su vulnerabilidad estructural – combinan acceso a datos valiosos con defensas mínimas.
El estudio de Deloitte de 2024 confirma mis observaciones: apenas un 22% de las startups europeas invierte en protección robusta antes de su primera gran ronda de financiación. Lo que muchos fundadores no entienden es que esa primera ronda podría no llegar nunca si sufren un incidente de seguridad significativo.
El coste real de la negligencia: más allá de los euros
El caso de Typeform en 2018 debería ser material de estudio obligatorio para todo emprendedor español. Esta startup, que había logrado posicionarse internacionalmente, sufrió una brecha que expuso datos de miles de usuarios. Aunque sobrevivieron al incidente, el daño reputacional fue considerable.
Desde mi perspectiva, lo más preocupante no es el ataque en sí, sino la narrativa posterior: «No esperábamos ser objetivo», «No teníamos recursos para dedicar a seguridad». Excusas que, francamente, no sostendrían el más mínimo escrutinio en 2025.
Lo que algunos fundadores no calculan correctamente es la ecuación completa de costes. Una inversión de 5.000-10.000 euros en seguridad básica parece excesiva cuando estás quemando caja para crecer, pero resulta irrisoria comparada con las consecuencias: multas de GDPR que pueden alcanzar el 4% de la facturación anual, costes de respuesta a incidentes, pérdida de clientes y, lo más devastador, la erosión de confianza en el mercado.
Los puntos de inflexión que nadie quiere ver
Mientras analizo este panorama, identifico tres factores que están cambiando las reglas del juego y que muchas startups españolas siguen ignorando:
Primero, la sofisticación de los ataques. Ya no hablamos de hackers solitarios, sino de organizaciones criminales estructuradas que automatizan sus ataques. En mi última conversación con responsables de ciberseguridad de una telco española, me confirmaban que los ataques de ransomware dirigidos específicamente a startups han aumentado un 48% en 2024.
Segundo, el escrutinio de inversores. He participado en varios procesos de due diligence durante el último trimestre, y puedo confirmar que los VCs están incorporando auditorías de ciberseguridad como parte estándar de su evaluación. Un startup con vulnerabilidades evidentes ve reducida su valoración o, directamente, descartada su financiación.
Tercero, el endurecimiento regulatorio. Más allá del GDPR, nuevas normativas como NIS2 y la futura Digital Operational Resilience Act (DORA) están extendiendo obligaciones de ciberseguridad a empresas de todos los tamaños, especialmente en sectores como fintech, healthtech o aquellas que manejan datos personales a escala.
Mi perspectiva: la seguridad como ventaja competitiva
Después de analizar el panorama actual, mi conclusión es clara y quiero compartirla sin ambages: las startups españolas no solo no pueden permitirse ignorar la ciberseguridad, sino que deberían convertirla en parte de su propuesta de valor.
En un mercado saturado donde la diferenciación es cada vez más difícil, poder demostrar robustez en seguridad puede ser ese factor que incline la balanza tanto para clientes como para inversores. Los fundadores inteligentes están empezando a entender que la seguridad no es un centro de coste, sino una inversión estratégica que genera confianza.
Permítanme ser directo: si eres fundador y consideras la ciberseguridad como «algo para más adelante», estás jugando a la ruleta rusa con el futuro de tu empresa. No se trata de implementar soluciones enterprise carísimas, sino de adoptar medidas básicas proporcionadas: autenticación multifactor, cifrado de datos sensibles, formación básica del equipo, y una cultura que priorice la seguridad.
Las startups españolas tienen potencial para competir globalmente, pero seguirán siendo vulnerables mientras mantengan esta miopía respecto a la ciberseguridad. En mi análisis, las que sobrevivirán y prosperarán en este ecosistema cada vez más hostil serán aquellas que entiendan que la seguridad no es el problema – es parte esencial de la solución.
La pregunta ya no es si las startups españolas pueden permitirse invertir en ciberseguridad, sino si pueden permitirse no hacerlo. Y mi respuesta, basada en años observando este mercado, es rotundamente no.