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Entre el crecimiento acelerado y la dilución de valores: la delgada línea de las alianzas empresariales en 2025 🤝⚠️

El dilema del baile con gigantes: ¿aliados o depredadores?

El ecosistema startup español ha llegado a 2025 con una madurez que hubiera sido difícil de imaginar hace apenas una década. Los datos lo confirman: según el reciente informe de AEBAN en colaboración con IESE, el 92% de los business angels planea invertir en startups este año, con un 30% dispuesto a aumentar su capital respecto a 2024. Después de un año marcado por la cautela, este optimismo inversor habla por sí solo.

En este contexto, surge una pregunta cada vez más relevante para los emprendedores: ¿deben acercarse a las grandes corporaciones o mantenerse a distancia prudencial? La respuesta, como casi todo en el universo startup, es un rotundo «depende».

Las cifras que avalan el matrimonio por conveniencia

Vayamos a los datos concretos. Ese 58% de startups que experimentaron un incremento del 25% en sus ingresos tras asociarse con empresas del IBEX 35 no es una cifra menor. Para una startup en fase de crecimiento, un impulso de esta magnitud puede suponer la diferencia entre sobrevivir o hundirse en el temido valle de la muerte.

El caso de Cabify ilustra este potencial. Su alianza con Repsol para desarrollar soluciones de movilidad sostenible no solo aumentó su visibilidad, sino que le permitió acceder a una infraestructura y una base de clientes que, de otro modo, habría tardado años en alcanzar por sus propios medios.

Recursos más allá del capital

Lo que muchas veces se pasa por alto al analizar estas alianzas es que aportan recursos que van mucho más allá de la simple inyección de capital:

– Acceso a redes de clientes establecidas
– Infraestructura y capacidad operativa
– Conocimiento regulatorio y de mercado
– Credibilidad instantánea por asociación
– Canales de distribución consolidados

Para una startup tecnológica española que busca escalar rápidamente, estos activos pueden ser más valiosos que una ronda de financiación.

La cara B: cuando la colaboración se convierte en absorción

Sin embargo, ese 45% de startups que sienten que sus valores fundacionales se diluyen al colaborar con grandes empresas nos obliga a contemplar el reverso de la moneda. El caso de Ticketbis, adquirida por eBay en 2016, es paradigmático de cómo una startup prometedora puede acabar siendo absorbida por la cultura corporativa de un gigante global.

Los riesgos menos evidentes

Más allá de la pérdida de autonomía, existen otros peligros sutiles:

– Ralentización en la toma de decisiones
– Burocratización de procesos antes ágiles
– Choque entre culturas organizativas incompatibles
– Desalineación gradual de objetivos
– Dependencia excesiva de un único cliente corporativo

Como me comentaba recientemente el fundador de una startup de IA que prefiere mantenerse anónimo: «Firmamos un acuerdo con una multinacional que parecía el sueño de todo emprendedor. Seis meses después, pasábamos más tiempo en reuniones justificando nuestras decisiones que innovando. Al año, ya no reconocíamos nuestro propio producto».

Nuevos modelos de colaboración para un ecosistema maduro

El panorama actual ofrece alternativas más sofisticadas que el binomio tradicional inversión-adquisición. Iniciativas como las de INMERSIVA XR, el Clúster de Realidad Extendida de España, y su alianza con Leyton representan un nuevo paradigma basado en la creación de ecosistemas tecnológicos completos.

En estos modelos, el valor se genera no por la subordinación de la startup a la gran empresa, sino por la construcción de espacios de innovación compartida donde cada parte aporta sus fortalezas:

– Las startups contribuyen con agilidad y capacidad disruptiva
– Las corporaciones aportan escala y recursos
– Ambas partes mantienen su independencia estratégica

El papel de los nuevos intermediarios

Han surgido agentes especializados en facilitar estas colaboraciones sin los desequilibrios del pasado. Programas como los de AtticoLab o TechFabLabCV actúan como «traductores culturales» entre mundos que hablan lenguajes diferentes: el de la innovación ágil y el de los procesos corporativos.

Estos intermediarios no solo facilitan el primer contacto, sino que establecen marcos de colaboración con reglas claras que protegen a la parte más vulnerable de la ecuación: la startup.

La nueva generación de emprendedores españoles

Hay un factor adicional que está cambiando las reglas de juego: la sofisticación creciente de los fundadores de startups españolas. A diferencia de generaciones anteriores, muchos de los emprendedores que lideran startups en 2025 cuentan con experiencia corporativa previa o han pasado por aceleradoras internacionales.

Este background les permite negociar desde una posición más sólida y establecer colaboraciones donde los términos no son impuestos unilateralmente por la parte con más recursos.

Como explicaba recientemente Pablo Santaeufemia, CEO de Bridge for Billions, durante South Summit 2025: «Los emprendedores españoles ya no buscan simplemente dinero o contactos. Buscan socios corporativos que entiendan su visión a largo plazo y estén dispuestos a co-crear sin imponer su agenda».

Un marco para evaluar posibles colaboraciones

Para las startups que contemplan alianzas con grandes empresas, propongo un marco de evaluación basado en cinco preguntas clave:

1. ¿La colaboración acelera nuestra misión original o nos desvía de ella?
2. ¿Mantenemos la capacidad de decisión sobre aspectos estratégicos?
3. ¿Existen mecanismos claros para resolver conflictos de interés?
4. ¿La cultura de ambas organizaciones es compatible en valores fundamentales?
5. ¿Hay un plan de salida definido si la colaboración no funciona?

Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es negativa, probablemente sea mejor reconsiderar los términos de la colaboración.

Mi visión personal: equilibrio y propósito

Después de observar durante años la evolución del ecosistema startup español, mi conclusión es que las mejores colaboraciones entre startups y corporaciones son aquellas que se construyen sobre un equilibrio de poder y un propósito compartido.

Las startups deben aproximarse a estas alianzas con claridad sobre sus líneas rojas y un conocimiento preciso de su valor diferencial. Las corporaciones, por su parte, deben entender que el valor real de la startup reside precisamente en aquello que la hace diferente: su cultura, su agilidad y su visión disruptiva.

En mis conversaciones con emprendedores, he notado que quienes mejor negocian estas colaboraciones son quienes tienen más claro por qué emprenden, más allá de las métricas de crecimiento. Cuando el propósito es sólido, las decisiones sobre con quién aliarse y en qué términos se vuelven mucho más claras.

El ecosistema startup español de 2025 tiene la madurez suficiente para establecer relaciones simbióticas con grandes corporaciones sin caer en la trampa de la subordinación. El verdadero reto no es decidir si colaborar o no, sino cómo hacerlo en términos que potencien en lugar de diluir aquello que hace especial a cada startup.